Patrimonio cultural. El arquitecto Santiago Varela propone en un libro una docena de recorridos por la ciudad a partir de las esculturas existentes e incluso de las que nunca llegaron a levantarse. Más de 60 obras modernas, clásicas, valiosas y de menor trascendencia.Más de sesenta esculturas levantadas y otra veintena de ejemplos ya desaparecidos o proyectos que nunca llegaron a materializarse conforman Las esculturas urbanas en los paseos por Alicante, escrito por el arquitecto e inspector de Patrimonio Artístico de la Conselleria de Cultura Santiago Varela, que ofrece una nueva perspectiva de la ciudad a través de varios recorridos por el patrimonio escultórico de Alicante.
Desde el litoral hasta el castillo de Santa Bárbara, la Gran Vía o la avenida de Dénia, Varela disecciona la ciudad en doce espacios y dibuja un mapa con "esculturas grandes y pequeñas, antiguas y modernas, desde mediados del siglo XIX hasta hoy, desde que el ciudadano se sentía agradecido a sus superiores hasta que la administración se ha convertido en el gran patrocinador de las esculturas en la vía pública", señaló ayer en la presentación del libro, editado por Urbana de Exteriores, encargada de la restauración de 50 monumentos a través de dos programas de la Concejalía de Cultura.
Entre el recopilatorio de esculturas, el autor destacó ayer las obras de los Bañuls en su conjunto, la del Panteón de Quijano o el monumento a la Santa Faz de Arcadio Blasco; de los escultores modernos, consideró también valiosas la escultura de Albariño Belinchón en la plaza Galicia y la de acero de Sobrino Ochoa en la plaza de San Cristóbal, entre otras.
Entre las que nunca llegaron a ejecutarse, figuran el Monumento al Caudillo, al que se iba a destinar 135.000 pesetas en 1976; o el Monumento Foguerer de Oteiza, "que hubiera sido muy interesante", añadió el autor. Preguntado si algunas obras sobran hoy, Varela respondió que "como los autores y los promotores viven, lo dejaremos para una segunda edición. No entro en eso por no herir sensibilidades, pero evidentemente hay algunas de escaso calado". En su libro, efectivamente, no hay apenas crítica a las obras, ya que se centra en documentar su origen y características, en relacionar su emplazamiento con el entorno, además de ofrecer otros detalles informativos e históricos de las piezas.
No obstante, hay algunas que no se libran de su juicio. De la escultura Adivinador de Ripollés -el escultor castellonense encargado de la macroescultura del aeropuerto de Castellón- critica abiertamente su emplazamiento en la plaza de la Puerta del Mar, "en medio de la acera y del camino que siguen los peatones, con riesgo para la integridad física de los caminantes"; de la obra Existencia Coaxial de Viktor Ferrando señala que "constituye una enorme pedantería, además de un despropósito en el empleo de material de hierro ferroviario", y de las Tres esculturas del paseo de Niza apunta que el resultado es "ñoño y relamido, quizás resulta demasiado bonito".
No obstante, Varela recorre el conjunto escultórico con la idea de que el libro "sirva de reflexión al ciudadano en estos paseos porque las esculturas son parte de la memoria de la ciudad", manifestó, tras recordar la importancia de la burguesía de hace un siglo en el patrocinio de estas obras a figuras que obraron en beneficio de la comunidad, como Maisonnave, Canalejas o Quijano, que muestran "ese afán de perpetuidad de nuestros antepasados sufragadas por colecta pública y con aportación del Ayuntamiento".
Fuente: Diario Información